4 de enero de 2014

La moto (conto novo de navi-da)



Política-Ficción

Erase una vez.... hace mucho, mucho tiempo, había un bonito Reino. Era un país extraño, por muchos motivos, como veremos. Y ocurrió que un viejo profesor escribió un raro cuento, fruto de desvarios e imaginación trasnochada, que aquí ahora recuperamos. Decía así:
“En esos antiguos años, la capital del bello Reino estaba gobernada por un Alcalde-Faraón, que había realizado grandes, inmensas y monumentales obras, como todo Faraón se merece. Una de ellas, por citar solo una, había consistido en enterrar-esconder grandes caminos, vías apias de muchos carriles para que numerosos carros pudieran correr sin ser vistos.
Deseó también, esta vez sin éxito, enterrar la monumental deuda provocada que alcanzó la descomunal cifra de siete mil millones de europas, moneda corriente al uso por aquel entonces. Los habitantes de la Villa quedaron así endeudados por más de medio siglo, ellos, sus hijos y los hijos de sus hijos. Él solito había conseguido atesorar una cuarta parte del total endeudamiento de los más de ocho mil aldeas, villas y concejos del Reino. Y eso desde un Gremio-Partido que había hecho de la austeridad su bandera. Méritos no le faltaban.
Pero hete aquí que allá por su segundo mandato como Edil Mayor se empezó a hablar de la sucesión. Esto fue porque era probable que en un futuro cercano y como agradecimiento a semejantes proezas, el Alcalde-Faraón fuera a ser llamado a ocupar mayores responsabilidades en el gobierno del Reino. Nada tenía que temer.
Había en esa época, tantos años ha, dos posibles candidatos a esa sucesión. Uno era el Vicealcalde Co, que tenía la mayoría de las papeletas para el cargo, ya que solo un Vice había. El mérito del otro/a, algo diferente, radicaba en ser mujer-esposa, encantada y encadenada al anterior mayor dignatario de la Nación.
Pero, ¡cosas de la vida!, ocurrió que el posible postulado Vice tuvo un desgraciado y aparatoso accidente de moto (cacharro antiguo y posmoderno a la vez) que casi le cuesta la vida. Aunque se recuperó felizmente no se volvió a hablar de su candidatura a Alcalde-sucesor.
Consiguió el Faraón cumplir sus deseos y dejó de ser Alcalde-Presidente por imperiosa incompatibilidad. La magnífica esposa, con nombre cristalino que no trasparente, ocupó el sillón de la Villa sin más problemas ni contratiempos.
Pero la historia no acaba aquí. Trascurridos unos meses de estos hechos, se empezó a hablar de nuevo de posibles sucesores. Cosas del sistema vigente: cada cuatro años los súbditos votaban y cada dos comenzaban las cuitas y se enzarzaban en curiosas peleas internas sucesorias.
En este caso fue otra gran dama, de muy católico nombre, de la que se empezó a rumorear públicamente como sucesora. Tenía en su haber nada menos que el haber dirigido el mayor número de desalojos, desahucios, rompe-huesos y rompe-manifestantes-multados por metro cuadro de toda la Historia del Reino. Dicen que gritaba “Santiago y cierra España” cada vez que echaba una familia a la calle y cerraba un piso, para entregárselo rauda a los bancos, sus legítimos dueños (del Partido, se entiende). Estas hazañas le hicieron subir muchos puntos en el escalafón de su gran familia.
Y, por otra parte, la olímpica ilustre es-posa-alcaldesa no acertaba muy bien a dar la clave, ni con el inglés ni con la pose, ni para hablar en público ni con la oratoria, aunque fuera en castellano viejo.
No obstante ocurrió que la nueva cierra-epaña!-cierra-pisos también sufrió un muy grave accidente de motocicleta ¡Qué casualidad! Y también en este caso consiguió, a duras penas, salir con vida, pero a la posible sucesora se le quitaron las ganas de postularse más.
La historia antigua está a punto de terminar. Solo que el antiguo Faraón (no nos hemos olvidado de él) andaba enfrascado en varios problemas gubernamentales. Dudaba si liarse y llevar a cabo la única promesa electoral de su gobierno que parecía se atreverían a cumplir: hacer una Ley que diera más derechos a los no nacidos que a los que ya lo están. Todos los compromisos del programa-bando electoral del Partido no habían sido cumplidos. Parece que él dudaba, decíamos, en si liarse la manta a la cabeza y hacer una Ley que no gustaría a casi nadie o, se preguntaba “si no hemos cumplido nada de lo prometido ¿por qué cumplir esto?” O si era mejor no liarla, retirarse y volver a su Alcaldía y Villa, que tanta gloria y endeudamiento nos dio.
Vaya por dios que con esas dudas andaba unas semanas atrás y, por andar mal, se nos cae por las escaleras, pasos mal dados, y se nos rompe varias costillas.
De volver a la Villa nada más se supo. De la Ley protectora-de-lo-que yo-diga sí que se supo. Se aprobó el Proyecto a los pocos días de la caída, en magnífico y solemne Consejo de Ministros del Reino.
Y los de la Villa y Corte ahí se quedaron para siempre y como siempre celebrando las fiestas, cada uno con su deuda embotellada y dios con la de todos.
Y colorín colorado este cuento se nos acabó y, de momento, no más accidentes dio”.


(talberich, 3 enero 2114.  http://tomasalberich.blogspot.com.es/

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